Carlos Colón Perales – Quién si no Él

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Diario de Sevilla, 15 de noviembre de 2015

SI las primeras palabras de la bula de convocación del Jubileo Extraordinario de la Misericordia son “Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre”, ¿quién, si no el Señor del Gran Poder, podía presidir el Jubileo de las Hermandades y Cofradías de la Archidiócesis? No sólo por lo mucho que nos da, representando como ninguna otra imagen la ternura de las entrañas de Dios, sino también por lo mucho que nos exige. ¡Dice tan claro lo más complejo esta milagrosa imagen! Milagrosa no porque obre milagros, que no somos idólatras. Él es el milagro. Milagroso es que la madera atormentada por Juan de Mesa confiese todos los secretos de Dios sobre los que medita la teología desde hace siglos y todas las contradicciones -¿por qué Dios permite el mal?- que hacen vacilar la fe. Y de tal forma que los más sencillos lo sientan. No se trata de comprender porque, como escribió San Agustín, “si lo comprendes, no es Dios”. Se trata de sentir que, pese a todo, la justicia existe, la compasión nos abraza, la vida tiene sentido, nunca sufrimos solos, la más insignificante criatura tiene la mayor dignidad y el amor no muere con la muerte. Siempre contra todo y pese a todo.

Pero el Gran Poder no sólo da, exige; no sólo perdona, juzga. Por eso es un acierto que el arzobispo lo haya elegido. Después de verlo sólo se puede ser mejor, aceptando su exigencia, o peor, desoyendo lo que tan alto y claro dice. El Gran Poder nos recuerda, como ninguna otra imagen, el único pecado que no tiene perdón: el que se comete contra el Espíritu Santo. La Iglesia, en su Catecismo, advierte así sobre la gravedad irreparable de este pecado: “No hay límites a la misericordia de Dios; pero quien se niega deliberadamente a acoger la misericordia de Dios mediante el arrepentimiento, rechaza el perdón de sus pecados y la salvación ofrecida por el Espíritu Santo. Semejante endurecimiento puede conducir a la perdición eterna”.

Juan de Mesa esculpió el rostro de la misericordia del Padre como ninguna otra imagen del arte cristiano lo ha hecho. Pero también al Yahvé que habló en el Cántico de Moisés y nos recuerda San Pablo -“Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza y la retribución”- y al Jesús Nazareno que prometió misericordia a los misericordiosos. Este es el Gran Poder, tan tierno y tan duro, tan misericordioso y tan exigente, que presidirá el Jubileo de las Hermandades como lo que es: el Señor de Sevilla.