Francisco Robles – Futuro imperfecto

Cordero de Dios, Señor de Sevilla

Diario ABC de Sevilla, 16 de noviembre de 2015

En el principio fue el Verbo. El Verbo que en la ciudad es capaz de llevar un adjetivo delante. Verbo sustantivado. Verbo hecho Hombre y hecho Nombre. En el principio fue el Gran Poder. Lo demás vino luego. El Verbo se proyectó hacia el tiempo que el hombre ignora y sólo Dios conoce. El Gran Poder no es el pasado. Eso es la historia. El Gran Poder tampoco es el presente. Eso es la vida. El Gran Poder es el futuro imperfecto, o sea, abierto como sus ojos. Por eso saldrá a la calle y se encontrará con los suyos, que somos nosotros, el 5 de noviembre del Año de la Misericordia.

Saldrá como sale el sol cada mañana. Para todo el mundo. Unos lo encontrarán en la calle y otros irán a buscarlo en la montaña hueca de la Catedral. Serán los mismos. Porque ante su presencia no hay diferencias. Sólo matices. Detalles. Nimiedades. Este Hombre recio y fuerte caminará sobre el mar de la muchedumbre que siempre lo acompaña. Por eso lo han elegido. Es el Ungido. El señalado por esa mano que se encarga de decirle a la ciudad, y a sus intérpretes, Quién es el Señor. Algunos lo llaman, en la intimidad de una devoción que va más allá de la piel y de las entrañas, el Jefe. El que manda. El que dará las órdenes, como aquel personaje que creó Vargas Llosa para un libro cuyo título adquiere aquí otra resonancia: Conversación en la Catedral.

Le diremos de todo cuando lo veamos ante el telón de piedra, bajo las nervaduras góticas. Los que se acerquen a su presencia y su figura -San Juan de la Cruz- vendrán de decirles sus pecados al confesor. A Él le dirán la Verdad. Es inútil mentirle. Es imposible someterlo al engaño y al embuste. Sólo hay que ir a su casa para darse cuenta de ello. Allí laten las verdades y allí habita la Verdad. Por eso este Verbo es el futuro imperfecto de indicativo. Podrá hundirse el mundo. Podremos hundirnos, otra vez, por dentro. Pero el Verbo seguirá ahí. En su tiempo sin límites.

Cuando andábamos sumidos en los líos del montepío y en los laberintos de los horarios y los itinerarios, pasó lo que tenía que pasar. Llegó el Cisquero y puso las cosas en su sitio. Todavía no ha salido y ya sabemos dónde está lo importante. Tanto hablar de cruces y nos habíamos olvidado de la cruz. Tanto especular con minutos y resulta que esto es un asunto de siglos y de milenios. Esto se mide con el tiempo sin tiempo del niño, como escribió el poeta que cumplirá los años de su muerte el mismo día que saldrá a la calle Quien convierte la ciudad en el paraíso. Et in Arcadia ego.

Saldrá de su templo y se encajará en la Catedral. Que nadie diga que eso es un traslado. El Gran Poder no hace mudanza en su costumbre. Lo dijo Garcilaso cuando definió el paso del tiempo. El tiempo no pasa por su rostro. Es el Único que conoce el futuro imperfecto del hombre. Al final también será el Verbo. El Verbo que conjugaremos por dentro en la hora definitiva: Gran Poder.