Francisco Javier Segura Márquez 2013

Y el protagonista de esta historia es un negrito que pidió de comer en una reunión en la que el mismo pregonero estaba presente.

Nadie fue capaz de alzar la mirada, ni para escucharlo siquiera. Pero en la mesa de al lado, alguien a quien no vimos la cara lo invitó a sentarse y le ofreció un plato de comida y amistad. Y en aquel instante, supe cómo traería al Pregón a Jesús del Gran Poder.

Porque él es como aquellos que conocimos en tiempos de abundancia y luego, al verlo hundido en la miseria, dejamos que pase a nuestro lado. No le aguantamos la mirada en el besamanos, a nuestra altura, y lo contemplamos fervientemente en su Madrugada. Se me apareció en aquel negrito necesitado.

Yo te encontré, Gran Poder,
en aquel hombre moreno,
tostado en sudor y cieno
que pedía de comer.
Te vi, mas no pude ver
aquel gesto suplicante.
Pero comprendí al instante
-qué bueno fuiste conmigo-
que fue tu rostro mendigo
el que se puso delante.

Yo dejé que fueran otros
los que dando el primer paso,
sentaran allí a aquel hombre
y compartieran su plato.
Y cuando no te miré
de repente trastornado,
dejé reseco tu monte
y tu altar y el relicario,
donde igual que a los sayones
diste al demente tu brazo.
Quizás si hubieras venido,
como vienes traspasando,
puñal morado, la noche,
toda Dolor y Traspaso,
quizás si te hubiera visto
poderoso y fuerte y alto,
vestido de majestad
con la túnica de cardos,
quizás te hubiera atendido
con un rezo o con un canto.
Yo te encontré, Gran Poder
y te ignoré abandonado,
pero me encuentro una estampa
en el suelo y la rescato…
¿Si mis manos y mis pies
están para desgastarlos,
si el que pide está peor
que yo, que al fin voy tirando…?
¿De qué sirve, Gran Poder,
que me calle cada año,
cuando Gravina oscurece
y el Postigo entrecerramos,
y que no salga siquiera
ni un Padrenuestro a los labios?
¿De qué me sirve rezarte
si luego rezo y te engaño
y no le doy cada día
pan a los desheredados?
¡Que no! ¡Que no tengo suelto!
¡Que no! ¡Que no puedo dártelo!
Gran Poder de los hambrientos,
Gran Poder de los avaros,
Gran Poder de los que piden
echarse a la boca algo,
Gran Poder de los que sufren
con la tragedia del paro,
Jesús de los comedores
donde el vecino de al lado,
espera a que tú preguntes
qué problema están pasando.
No sé cuándo, Padre mío,
volveremos a encontrarnos,
carne viva, tu madera,
zancada viva, tú andando.
Yo iré como los mendigos,
quizás pasarás de largo
y nosotros, Gran Poder
siquiera nos detengamos.
Déjame escucharte a ti
y atenderte y darte abrazos,
y mirarte en esos ojos
que lloran sin consolarlos.
Que no tema las heridas
ni rostros desfigurados,
ni cuerpos desvencijados
por el fragor de sus vidas.
Que no busque yo escondidas
calles para no encontrarte
y que no vuelva a ignorarte
Gran Poder de Dios hambriento.
Que seas vivo el monumento
donde venga a acompañarte.

Mi pan, tu pan y mi vino,
tu vino, y mi plato el tuyo.
Que antes lo mío sea suyo
y en ellos ser, mi destino.
Así no desencamino
mi compromiso cristiano.
Así no pierdo, así gano,
la crisis la lleva clara
¡No voy a volver la cara
cuando me tiendas tu mano!